
Bunbury y el solvente quinteto que lo acompañan en la gira 'Helville De Luxe', subieron al escenario de la explanada del estadio Monumental del Ate minutos después de las nueve de esa noche, y alimentaron al respetable con lo mejor de la carrera en solitario del ex líder de Héroes del Silencio.
Bastaba verlo arrancar el show con “El club de los imposibles” y “La señorita hermafrodita” para demostrar que él, antihéroe por antonomasia, tiene su lugar en el Parnaso del rock hispanoamericano.
Esa noche tenía al público en los bolsillos de sus negros pantalones apretados: Ellos cantaban los estribillos con devoción, mientras una Luna en cuarto menguante colgaba del techo limeño.
No por menos, los peruanos lo habíamos estado esperando pacientemente a Bunbury por años, y a la tercera se hizo realidad la visita del español.
"Nos dejaron en fronteras esperando venir y hoy es un día en que nos quitamos una espina", dijo el espigado artista, de cabellera alborotada, con un look y movimientos que recuerdan a Mick (Jagger), a Jim (Morrison), pero sobre todo a Bunbury.
Es que él parece una bomba de tiempo que se activa en el tabladillo mientras se cambia de camisas y polos, con o sin guitarra, para hacer desfilar límpidamente sus canciones de letras hechas de tinta fina, que pueden abrir zanjas en las venas, como “Infinito” o “Sácame de aquí”, justamente en este tema presentó al músico trujillano Jorge Revert, integrante de su banda.
La banda –dos guitarristas, un bajista, un tecladista y un baterista- es versátil como una 4X4, y con ellos, mientras se tomaba una copa para afinar la voz y las dos pantallas recreaban imágenes relacionadas a las canciones, Bunbury saltó al blues, a la música de fanfarria, a la de cabaret o a la de piano bar para volver más fresco al rock.
Incansable, entregó “El Extranjero”, “Contar contigo”, “Los restos del naufragio”, “El jinete”, “Alicia (expulsada al país de las maravillas)”, y otras, con un sonido perfecto.
Hizo un punto aparte con “El Rescate”, una de sus canciones más personales, que escribió en el tiempo que estuvo viviendo en el Perú.
En teoría, el concierto acabó a las diez y 39 minutos de la noche. “Hermanos y hermanas, hasta siempre, no se olviden de mí”, había dicho el poeta desgreñado, pero la deuda roquera con sus incondicionales limeños era de años y Bunbury volvió tres veces más al escenario.
La última con un polo negro donde estaba estampado la palabra Perú, se sentó en una banca e interpretó el vals “Canto… el mismo dolor”.
"¡Dios los bendiga!", fue lo último que dijo este poeta de la palabra roquera. Eran las 23 horas y 25 minutos cuando se retiró y no sabemos si pronto volverá.
Fuente: Andina
Aquí los dejamos con las mejores fotos del concierto que Enrique Bunbury ofreció en Lima. (Fotos: Terra)
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